miércoles, 28 de noviembre de 2012

HISTORIAS DE LOS TERCIOS ESPAÑOLES (I)


Piqueros de los tercios, en formación de cuadro con la pica en defensa


HISTORIAS DE LOS TERCIOS ESPAÑOLES (I)


A día de hoy es raro que se hable de las gestas heroicas realizadas por los españoles en Europa. Es un tema políticamente incorrecto, y más bien pareciese que se tuviese que hablar de cómo los musulmanes invadieron España y cosas por el estilo. En Cassia no nos resignamos a ello.


Pero no se pueden olvidar nuestras gestas, nuestras hazañas en el pasado, los hechos de armas..., pues España llegó a ser un imperio gracias al honor y coraje de muchos de nuestros antepasados, que lejos de acobardarse y de rendirse, en el fragor del combate y ante el muy superior enemigo, dieron muestras de mucho valor y coraje. Si en vez de ser españoles hubiésemos sido ingleses, norteamericanos o israelitas, seguro que hechos de armas -como el que paso a contarles-, se estudiarían en las escuelas, en vez de permanecer en el olvido, en viejos libros ubicados en viejas estanterías, para solaz de lectores curiosos.


Se cuenta, que en la toma de la ciudad francesa de Corbeil, los españoles hubieron de vérselas en duros combates contra sus defensores. Sus murallas eran fuertes y sus fosos y trincheras bien pertrechadas, con artillería y bastimentos suficientes, lo que les daba a los defensores una gran ventaja y fortaleza de ánimo, creyendo que no sería fácil presa de los Tercios españoles. Eso al menos pensaban los aliados franceses que allí estaban, como el duque de Umena, Condestable de Francia, y que junto con sus seguidores y caballeros, vieron lo sucedido, y no se lo creyeron.
Allí se la hubieron de ver los españoles, y no fue obra fácil, pues muchos no pensaban que se pudiera hacer, que las baterías enemigas apuntaban recio y firme y el camino era estrecho y dificultaba el paso de los soldados. Mas los Tercios Viejos, mandados por capitanes de valía, y con el ánimo firme,  emprendieron la tarea hasta entrar en la ciudad. Ésta sería conquistada, a sangre y fuego, claro está. Aunque habremos de decir que muchos fueron los que perdieron la vida en la contienda. Según se pudo escribir luego, unos 1000 muertos por parte de los franceses herejes, y sólo 200 españoles de parte de los Tecios; que eso sí hay que lamentar, pues la vida de cada uno de esos héroes vale por cinco de otros soldados cualesquiera de aquel tiempo.
En una de las muchas escaramuzas que se dieron en aquel combate se cuenta que:


En este medio sucedió, que doce españoles, los ocho mosqueteros que sin orden habían ido a correr, se encontraron con cuatrocientas corazas, a cargo de Monsieur de la Jatira, y, creyendo que eran del Beranés, y que los habrían de hacer pedazos si se apeaban , plantaron las horquillas, y poniéndose en un paso les dieron grandísimas cargas; las corazas se apearon y dieron sobre ellos, y no los pudieron rendir, y por temor no les matasen los caballos tuvieron por bien de dejarles y se volvieron al campo, no poco corridos de haber sido acometidos de doce españoles sin poderlos ofender.


El duque de Umena y los Príncipes y caballeros franceses de su corte quedaron admirados (como era cosa nueva para ellos) ver que por baterías tan fuertes y dificultosas hubiesen los españoles dado aquellos asaltos tan sangrientos y entrado en la villa por la fuerza de las armas, cosa que les maravilló tanto que en mucho tiempo no se trataba de otra cosa”.


Sólo doce españoles contra cuatrocientos coraceros franceses y éstos los ponen en fuga. Así se defendía un imperio. Así se temía y se respetaba a un pueblo: el Español.


Otro día se contarán más hazañas de nuestros bravos Tercios, que no es cosa que se nos olvide a los españoles de bien nuestro pasado y nuestros hechos gloriosos por mucho que se empeñen algunos
Luis Gómez

viernes, 2 de noviembre de 2012

EL MONUMENTAL CEMENTERIO DE TORREDONJIMENO




El siglo XIX supuso la efectiva ruptura con muchas tradiciones, entre ellas la de dar enterramiento en el suelo sagrado de las iglesias parroquiales. Las antiguas iglesias eran por costumbre inveterada el camposanto propio de los vecinos de una localidad. Pero la nefasta Ilustración denunció como insalubre esta costumbre -que esa usanza fuese insalubre a juicio de la Ilustración, era una superstición como otra cualquiera, basada en los pedantes prejuicios de aquellos que creían que tenían el monopolio de la luz. Fue así como, desde el siglo XVIII, se trató por muchos medios de acabar con la costumbre de dar sepultura en el suelo de los templos. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando la práctica de edificar cementerios en algún punto de la periferia de la localidad se impuso. Y ello no fue de cualquier manera, al pueblo -apegado a sus tradiciones- no se le podía decir que a sus difuntos se les iba a enterrar fuera de suelo sagrado, por eso -los políticos innovadores- tuvieron que aprovechar, en primera instancia, las ermitas de extramuros que, por ser ermitas, garantizaban el suelo sagrado para la inhumación.

El actual cementerio de Torredonjimeno se bendijo el 26 de junio de 1895, siendo alcalde de la entonces villa D. Manuel de la Fuente Ortega. Con anterioridad a este camposanto Torredonjimeno había tenido otros camposantos fuera de las parroquias: en un primer momento, la ermita de San Roque fue "carnero" con motivo de la gran mortandad causada por las epidemias. Más tarde -en 1813- se adoptó la ermita de San Juan Bautista como cementerio, aprovechando los aledaños de la misma, en el lugar que todavía los vecinos denominan el "Cementerio Viejo".

El Cementerio Viejo de San Juan Bautista mantuvo sus tapiales en pie hasta el año 1918.

El actual cementerio de Torredonjimeno constituye una muestra espléndida de arquitectura fúnebre, como pocas en la provincia de Jaén. Así lo demuestra el artículo "El cementerio de Torredonjimeno: Aproximación a su arquitectura y urbanismo" de D. Marino Aguilera Peñalver, publicado en la revista ÓRDAGO (Julio de 2002), donde su autor acometió el primer estudio serio del cementerio de Torredonjimeno, considerando su riqueza monumental en panteones familiares.

Hoy, Día de los Fieles Difuntos, quisimos acordarnos de ellos con esta nota sobre nuestro cementerio.

Requiem æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.