lunes, 31 de diciembre de 2012

HISTORIAS DE LOS TERCIOS VII

 
 
 
HISTORIAS DE LOS TERCIOS VII
 
 


"Fotografía de la exposición "Brueghel. Maravillas del arte flamenco", que muestra la obra "Baile nupcial al aire libre" (1610) de Pieter Brueghel el Joven. EFE"


Las prostitutas de Flandes y los tercios

Cuando en pleno s.XXI a uno le hablan de cómo es Holanda, lo primero que le cuentan es que allí hay mucha facilidad para conseguir droga, y sobre todo, lo que le relatan con pelos y señales es el aspecto de su famoso barrio-burdel, el llamado “Bario Rojo” que existe en dicha ciudad, donde las prostitutas, como si de maniquíes se tratasen, se dejan ver en los escaparates, vendiendo su mercancía al mejor postor. Eso, queridos lectores, siempre ha sido así. Un soldado y testigo presencial de los Tercios de Flandes, habla esto que sigue de la mujer de aquellos estados de finales del s. XVI.


La policía de las casas públicas, donde la gente libre y forasteros van á divertirse es extraordinaria. Lo mismo hay en algunas villas destos países. Solian tener retratadas todas las mujeres que habia en la ciudad, de quien se tenia sospecha cierta y evidencia de sus flaquezas, y en llegando la persona que habia menester alguna, le mostraban todos los retratos, que hoy los tienen y ven colgados en salas y cuadras bien aderezadas,y escogian los que les parecia, y luego iba el señor de la casa y le traia el original, y habiéndolo gozado se enviaba por vino y cerveza, y con un par de brindis se confirmaba el haberse conocido; pero es de notar que si en alguna plaza, templo o calle se encontraba con la dama con quien alguna vez trató, no le admitia ella razón ni respondia, haciendo demostración de no haberle visto ni conocido en su vida, y esto con gran desenfado y honestidad; y si porfía, muestran ceño, persistiendo en su opinión como si no lo conocieran. Es costumbre y naturaleza de los flamencos, ó hábito que han hecho en esto, que en cualquiera destas casas de alcahuetes, que ellas llaman macarelajes, donde se entretienen y van por su interés, les parece no pierden punto de reputación, como si verdaderamente no hubiesen hecho ofensa á Dios, ni á sus maridos y deudos, y si, como ya he escrito, les encuentran en cualquiera

parte y las hablan los que antes las conocieron, se desdeñan y enojan, pareciéndoles que sólo en los macarelajes se tiene aquella licencia. Y porque algunos flamencos no hacen caso destas cosas, ni es gente celosa, jamás reparan en que puedan perder su reputación con las flaquezas de sus mujeres; si bien muchas son honradas, pero otras las lleva la fuerza del interés á casa de los macarelos, á los cuales tienen granjeados para cuando hay ocasión de forasteros ó otras que pueden ofrecerse, para ser antepuestas unas de otras. En estas casas de alcahuetes hay diferencia, unas más honestas que otras, donde acuden gentes de varios estados y diversas naciones, y las muy públicas son como las que llamamos en España del partido. Estos macarelos son puestos por la república, y los que salen del límite de sus ordenanzas son castigados. También mujeres de tierna edad van de Holanda y de otras partes á la corte de Flandes, y se entran en los macarelajes á ganar su dote á costa de su salud y vergüenza, hasta que le tienen ganado, y con él se casan conforme su estado, y hallan maridos oficiales, más á fuerza de interés que de amor por el poco que tienen, y si alguna flamenca ha perdido la virginidad por la fuerza del interés, guarda el dinero que le dieran por ella hasta el dia que se casa, y se lo da á su marido, y él lo recibe con mucho gusto, y hace cuenta que ya que no la gozó entera en el matrimonio, es lo mismo, pues le dan el valor de la virginidad en dinero, el cual no entra en el dote, que este se restituye si muere sin hijos su mujer, pero lo demás no, porque lo tiene por hacienda propia, como verdaderamente lo es, según la costumbre que tienen, y si alguna (que no todas) se inclina á querer bien, es tan firme y desinteresada, habiendo dilatado mucho tiempo el determinarse, que no hay ninguna que se le iguale en observar las leyes de amor. Son tan amigas de saber, que todas ó las más destos Estados, particularmente monjas y beguinas y otras religiosas, están tocadas de la herejía, porque siendo inclinadas (como son) á leer, no habiendo quien les impida y vaya á la mano, tienen libros heréticos y prohibidos, y como estos no cuestan dineros, van por ellos á las librerías y se los dan de balde, porque de Ginebra, Inglaterra y de otras provincias los envian y derraman los herejes por todas las de Flandes para ceballas y sembrar su secta, y sin tener autor ni saber la persona que los ha compuesto, es tanta su ceguera y deseo de saber, que sin reparar en el error que hacen, se ejercitan en ellos y aprenden varias sectas de que están tocadas, y ni más ni menos todos los hombres, pues son muy pocos ó ninguno que se escape dellas. Y aunque pudiera alargarme en escribir los muchos errores que tienen algunos herejes, mezclados con católicos en estos Países…”

 
Así es. Los “herejes” inundaban los templos y cenobios católicos de los estados de Flandes con sus proclamas y sus doctrinas. No había nadie que explicase a la gente sencilla cual era el error de dichas herejías, pues los primeros en ser expulsados o asesinados eran los sacerdotes católicos. Por otra parte, ofrecían a sus convecinos una imagen de la Iglesia católica “represora” y “feroz”, una religión que siempre prohíbe, y no deja al ser humano hacer lo que quiere, mientras que el calvinismo y el protestantismo se presentan como religiones que si permiten al hombre enriquecerse o lucrarse bajo cualquier práctica. La prostitución, por ejemplo. La elección era clara para esas gentes tan "flamencas".
 
Luis Gómez

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