lunes, 7 de enero de 2013

HISTORIAS DE LOS TERCIOS VIII

HISTORIAS DE LOS TERCIOS VIII
 
 
 
"Victoria de los Tercios Españoles en 1635"
En el siglo XVII España seguía manteniendo la guerra contra los herejes en Flandes y resto de sus dominios. El conflicto se internacionalizaba cada vez más, y los motivos bélicos, si antes eran más de religión, ahora se veían entremezclados con las pretensiones de los comerciantes y los nuevos hombres de negocios, los cuales querían poner sus manos codiciosas en las provincias españolas de ultramar. España tenía una hegemonía en ese sentido, y el resto de países querían limitar y desbancar a España de esa hegemonía. Mientras eso ocurría en lo político, en lo militar, grandes maestros de campo, y grandes soldados, se batían con el acero y el plomo en los campos del Honor.
 
La Guerra de Flandes. Año de 1637. La toma del fuerte de “Nui”, luego de San Juan, narrada por por D. Carlos Coloma
 
En esta orden que tanto deseaba D. José (de Saavedra), ejecutó luego el asalto en esta forma: Del fuerte de Nui habia hecho traer D. José tres escalas, por haberse olvidado el Teniente de la artillería de traerlas, y mandó al Capitán de los irlandeses que se hiciese tomar á cada soldado de los 200 que tenia consigo tres faginas, y al Sargento mayor Porcel mandó que los 200 españoles que estaban con él hiciesen lo mismo, y que los Sargentos de D. Diego de Boorques y de Mateo de Torres embistiesen con 100 hombres, y que sus Capitanes les siguiesen con otros 100, y al Sargento mayor de Rubere, que tomase otras tantas faginas con sus 200 hombres, y que embistiesen cada cual desde el puesto en que estaban, y á cada uno de los que mandaban los 200 hombres les entregó una escala, y les dio orden que en oyendo disparar dos piezas de artillería juntas, arremetiesen al fuerte á un mismo tiempo por las tres partes; y que en llegando al foso, echasen las faginas en él para poderlo pasar mejor, y que no diesen cuartel á nadie: al punto que dispararon las dichas dos piezas, fué ejecutada esta orden con tal bizarría, que subiendo el primero el Sargento del Capitán D. Diego, fué herido de un mosquetazo, y el primer Oficial que entró fué el Sargento de Torres, llamado Manuel Mudarra, al cual siguió el capitán D. Diego, y luego Mateo de Torres, con el cual quiso ir el Maestro de campo D. José, por dar mayor coraje á los soldados, y le dieron dos mosquetazos, el uno en el calzón y el otro en la manga de la ropilla; y el Capitán irlandés quedó herido de un mosquetazo, y dos soldados españoles muertos, y un alemán, y seis heridos. Con la fuerza, valor y presteza que se ejecutó este asalto, no tuvo lugar el enemigo de disparar más que la primera carga, y aun no tuvieron tiempo para pedir cuartel sino solos cuatro, á quien se lo dio el Maestro de campo, y un Capitán que fué prisionero de el alférez José Rico, del tercio de Velada, al cual su Maestro de campo hizo su Alférez, en consideracion de lo que se señaló este dia. Eran dos compañías las que estaban dentro del fuerte muy escogida, y quedó muerto dellos un Capitán y 135 soldados, y pocos fueron los que huyeron del rigor del asalto, los cuales encontraron con el socorro que les venia, que estaba ya á tiro de mosquete del fuerte; con que oyendo la nueva hicieron alto, y D. José invió luego á dar la buena nueva y relación del suceso al Señor Príncipe Tomás con el Teniente de Maestro de campo general Orozco; y en el ínterin metió en el fuerte
al capitán D. Pedro de Sotomayor con 100 hombres de los 400 que habia dejado de reten, y la demás gente la puso en escuadrón delante del fuerte. El Señor Príncipe Tomás, sabiendo que el enemigo no se habia retirado, envió á Paulo Fanfeneli, Sargento mayor del Guaseo, con todo su tercio, á orden del Maestro de campo Don José, y luego que llegó, le mandó hacer escuadrón con la gente que traia, y á las diez de la noche el Señor Príncipe Tomás invió á mandar al dicho D. José que se volviese á la frente de banderas de Romenguien á descansar, y que dejase dentro del fuerte al Sargento mayor de Roberoy con sus 200 alemanes, al cual le dejó todas las municiones necesarias para defenderse. Infinito fué el gusto que todos recibieron con este suceso, que fué el principio de todos los buenos que después hubo, y para D. José de Saavedra fué de grandísima opinión y honra, pues lo ejecutó con tanta prudencia y bizarría, y siendo de tan pocos años, lo que otros dos Maestros de campo de más edad habían rehusado hacer; y esto á la vista del enemigo y sin haber abierto brecha ni reconocido el foso, el cual, pasado hasta los pechos el agua por algunas partes, fué menester nadar, sin embargo de las faginas que habian echado en él; el Príncipe y todo el ejército le dieron mil norabuenas y muchas gracias por tan osada y acertada facción”.
 
Luis Gómez