miércoles, 4 de marzo de 2015

LA MÍTICA MANO CORTADA DE UN CAPITÁN TOSIRIANO EN EL ESCUDO DE AMBERES



 
LAS MANOS CORTADAS DE AMBERES

Manuel Fernández Espinosa




La leyenda fundacional de la ciudad belga de Amberes cuenta que el nombre de la ciudad procede del combate singular que protagonizaron, por un lado, el legendario centurión romano Silvio Brabo contra el no menos mítico gigante Druoon Antigoon. Este descomunal gigante Druoon habitaba en un tiempo mítico el río Schelde (Escalda) y tenía la costumbre de cobrar un peaje a los barcos que quisieran pasar por sus fluviales dominios. Si un barco no pagaba, Druoon cercenaba la mano del capitán y la arrojaba al río. Un día, el tal Silvio Brabo, cansado ya de esta servidumbre, contendió con el gigante y, una vez vencido el ogro, le cortó la mano y la lanzó lejos.

De ahí viene el nombre neerlandés de Amberes (Antwerpen: Ant = Mano, Werpen = Lanzar). En la Grote Markt de Amberes puede verse la estatua, símbolo de la ciudad belga, que representa a Silvio Brabo en ademán de lanzar la mano cobrada del gigante vencido. El escudo de la ciudad muestra en uno de sus cuarteles un castillo y sobre el mismo dos manos... Una de las manos cortadas es, siguiendo el mito fundacional, la del gigante Druoon Antigoon... Pero, ¿y la otra mano que Amberes ostenta como blasón?

Veamos de quién podría ser la otra mano.
 
Escudo de Amberes


 
26 de mayo del año del Señor de 1586. Una guarnición española está a cargo de la defensa del contradique de Amberes, apostada en los fuertes. Amaneció ese día y la artillería de las armadas enemigas acalló el canto del gallo. Fue tan recia la ofensiva enemiga que los españoles apenas podían salir de los fuertes.

Saltaron de los barcos más de ocho mil franceses y flamencos, también venían con ellos borgoñones y más herejes de otras naciones. Los españoles salieron a la defensa del contradique. Pero desde el río, las cañoneras de los bajeles seguían escupiendo y matando un sinnúmero de españoles. El suelo se sembró de cadáveres y, a la postre, nos ganaron los fuertes. Más de trescientos españoles habían ofrendado sus vidas, y de entre la soldadesca masacrada, cuatro capitanes habían entregado a Dios sus almas en la batalla. Estos son sus nombres: D. Sancho de Escobar, el capitán Pérez, Pedro de Mesa y Simón de Padilla.

Cuando todo estaba resuelto y tan sólo se oían los quejidos de los moribundos, los amberinos y sus aliados se dieron a la rapiña de los cuerpos exánimes. Reconocieron el cadáver de Simón de Padilla que era famoso en Amberes por su arrojo y su gran estatura, y, profanando su cadáver, le cortaron la mano derecha y la clavaron en la dorada espada invicta del capitán español que, aunque muerto, la aferraba en su mano. Gloriosa espada cuyo acero toledano estaba tinto en la sangre de los herejes. Los amberinos llevaron la mano amputada de aquel capitán español con júbilo, paseándola por las calles mientras sonaban chirimías y el populacho vitoreaba la victoria conseguida sobre los españoles. Mostraron la mano de Simón de Padilla por toda la ciudad, pregonando que era "la mano del más valeroso capitán que había en el mundo", así nos lo cuenta Juan de Arquellada, que participara en aquellas jornadas bélicas.

¿Quién era Simón de Padilla? Nacido en Torredonjimeno (Reino de Jaén) a principios del siglo XVI, se alistó a los Tercios siendo mozo y fue hecho capitán por Alejandro Farnesio, tras probar en numerosas ocasiones su valor y gallardía.

¿Será la representación de su mano la que ostenta el escudo de Amberes?

Por lo que nos cuenta Arquellada, podría ser.

Como Silvio Brabo, lo que haré aquí es lanzar, si no una mano, sí que una conjetura muy verosímil que queda por probar. En todo caso, si se pudiera desmentir esta hipótesis, siempre nos quedará una enseñanza: los pueblos conscientes de sus orígenes míticos, reproducen en su historia las pautas marcadas en el mito fundacional. Algo a lo que Mircea Eliade, el célebre historiador y filósofo de las religiones, le hubiera sacado mucho partido.

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