viernes, 24 de abril de 2015

EL AMOR CORTÉS Y LA CABALLERÍA DE LAS ESPAÑAS

Foto de Celtiberia.net
 
SUERO DE QUIÑONES Y LA DEFENSA DEL PUENTE
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
El 10 de julio del año del Señor de 1434 un caballero leonés, por nombre Suero de Quiñones, armado, se puso a mantener el puente de Órbigo, entre Astorga y León, paso obligado del Camino Francés que llevaba y traía a los peregrinos europeos a Compostela.









Era Suero hijo segundo de Diego Fernández de Quiñones, Merino Mayor de Asturias, y Doña María de Toledo, servidor de Don Juan II, Rey de Castilla y León. Enamorado de una hermosa dama llamada Doña Leonor de Tovar, Suero de Quiñones no hallaba remedio a su mal de amores. Apurado en este trance, escribió una carta a Enrique de Villena "El Nigromante", haciéndosela llegar por Sancho de Jarava, en la que le pedía a Enrique de Villena, "salutífero consejo".
 
ENRIQUE DE VILLENA Y LOS DE TORREDONJIMENO
 
Enrique de Villena había sido Gran Maestre de la Orden de Calatrava desde el año 1404 al 1407. Y consta su presencia en nuestra comarca calatraveña. Perdió muy pronto a su padre, Pedro de Aragón, en aquel estrago que para la nobleza castellana fue la batalla de Aljubarrota. "Fue pequeño de cuerpo e grueso, el rostro blanco e colorado, e, segunt lo que la esperiençia en él mostró, naturalmente fue inclinado a las çiençias e artes más que a la caballería e aun a los negoçios çeviles nin curiales" -nos cuenta de él Hernán Pérez de Guzmán, que también nos dice de él que: "él, contra voluntad de todos, se dispuso a aprender". Sin embargo, debido a su alcurnia y, según piensan algunos a ciertos propósitos del rey, Enrique III lo hizo Gran Maestre de la Orden de Calatrava. Una vez convertido en Gran Maestre, Enrique de Villena fijó la corte maestral de Calatrava en el castillo de Porcuna. Sin embargo, según sus contemporáneos, las pasmosas capacidades que Villena tenía para el estudio y las ciencias contrastaba con lo que era para la vida práctica: "ansí era este don Enrique ageno a remoto non solamente a la caballería más aún a los negocios del mundo e al rigimiento de su casa e fazienda era tanto inábile e inabto, que era grant maravilla". Esta ineptitud para los negocios mundanos puede ser que fuese el motivo por el cual algunos freyles y caballeros calatravos andaran disgustados y mal avenidos con Villena y, a la muerte de Enrique III, aprovechando que había desaparecido el protector de Villena, conspiraron para derrocarlo de su cargo en la Orden. En ello tuvo mucho que ver quien le vendría a suplantar como Gran Maestre en el año 1415, Luis González de Guzmán, el mismo que mandó levantar nuestro Molino del Cubo. Durante el mandato de Enrique de Villena, muchos caballeros calatravos le negaron la obediencia y es más que presumible que su competidor, Luis González de Guzmán, tuviera su residencia en la misma fortaleza tosiriana como puede desprenderse de las armas heráldicas que ostenta el aljófar de nuestro castillo.
 
Aljófar del Castillo de Torredonjimeno, con las armas de los Guzmán. Foto: Genalogías y apellidos de Torredonjimeno
 
Cuando Suero de Quiñones consultó con Enrique de Villena sus cuitas de amor, Enrique ya había sido desbancado del Maestrazgo y se hallaba retirado en su villa de Iniesta, entregado a sus estudios, traduciendo y escribiendo sus obras, muchas de las cuales fueron quemadas tras su muerte, pues "este amor de las escrituras non se deteniendo en las çiençias notables e católicas, dexóse correr a algunas viles e rahezes artes de adevinar". Se creó toda una leyenda de Enrique de Villena, pintándolo como alquimista, astrólogo y mago. Ciertamente, su curiosidad le llevó a explorar las ciencias herméticas y su poliglotismo le permitió traducir a Dante y leer a los cabalistas. Dice Pérez de Guzmán que en vida esto le enajenó el respeto de sus contemporáneos: "E por esto fue habido en pequeña reputaçion de los reyes de su tiempo e en poca reverençia de los caballeros". Sin embargo, Juan de Mena lo inmortalizó en su "Laberinto de Fortuna" dedicándole estos versos:
 
"Aquel que en el Castalo monte resuena,
Es Don Enrique Señor de Villena,
Honra de España, y del siglo presente.
O incluyo, Sabio, Autor muy sciente,
Otra, y aun otra vegada yo lloro,
Porque Castilla perdió tal tesoro,
No conocido delante la gente.
Perdió los tus libros, sin ser conocidos,
Y como en exequias te fueron ya luego,
Unos metidos al ávido fuego,
Y otros sin orden no bien repartidos."

Y el caballero Suero de Quiñones, como hemos dicho arriba, le consultó sobre la cuestión de sus amores contrariados. Enrique de Villena le respondió, contestándole en la su villa de Iniesta con una carta, en la que destaca la solución que le da: "¿Quieres amado ser? Ama". Y añadía el sabio: "Según natura, esta regla contiene verdad e, según evidencia, parece lo contrario. E los enxemplos recordados que d'esto parecen en el piélago de las estorias gran consolación en este caso ministran, representando la penosidad que cuida ser particular". Enrique, el Astrólogo, explicó a Suero que la mala disposición de los astros, amén de otros inconvenientes elementales, eran la causa de tanto desamor como sufría el esforzado caballero.

Por ende, recomendaba Enrique de Villena a Suero de Quiñones: "E, sobre todo esto, dirigir vuestros ruegos al soberano Dador que mantiene e hizo el natural orden e puede mudar aquél cuando le plaze, que restringa las adversantes constelaciones e será último e mayor refugio vuestro, que por justas en su acatamiento los que justas le piden cosas, sus infinita bondad e langueza consuela infaliblemente a los que recurren al divinal auxilio, a quien plega tenervos en su guarda e hazer que por nos seades amado que hasta agora desamado fuestes". Por lo que no tendría que ser tan brujo como algunos lo pintaron, cuando daba tales consejos de resignación cristiana.

LA DEFENSA DEL PUENTE

No sabemos si los consejos de Villena a Suero de Quiñones surtieron efecto y el caballero leonés los siguió, pero no parece que un caballero quedara satisfecho con resignarse, por lo que se determinó a publicar su amor a Leonor de Tovar llevando una argolla al cuello en señal de esclavitud. Era ésta una inmemorial costumbre germánica que pone al descubierto que incluso en la Baja Edad Media española todavía se seguían usos germánicos, pues -como he dicho en otro artículo: "Esta usanza se encuentra recogida en la "Germania" de Tácito: "Los más valientes se colocan, además, un anillo de hierro (cosa ignominiosa para esta gente) y lo llevan como una atadura hasta que se liberan de ella con la muerte de un enemigo".
 
Para librarse de esa argolla, Suero de Quiñones se presentó un día ante el rey Juan II, seguido con sus más afectos amigos caballeros y le dijo al rey, ante toda la corte:
 
"Señor: Deseo justo e razonable es que en los que en prisiones o fuera de su libre poder son, desear la libertad e como yo -Suero de Quiñones- sea en prisión por una señora, por la que traigo todos los jueves este fierro, según es notorio en vuestra magnífica Corte. Yo, poderoso Señor, he concertado mi rescate -de esa prisión- en trescientas lanzas rompidas por el asta con fierros de Milán de mí e de estos nueve caballeros que aquí son...".
 
Y así se fizo.


Desde el 10 de julio hasta el 9 de agosto estuvo allí Suero de Quiñones, con los caballeros sus amigos que se le ofrecieron para contender con todos los aventureros que quisieran pasar el puente de Órbigo. Se le llamaba "mantenedores" a los que defendían el lugar (un puente, la puerta de un castillo...) y "aventureros" a los que, por buscar gloria en hechos de armas, acudían a la llamada de estos desafíos. Suero de Quiñones era espléndido: él ponía a disposición de sus adversarios -y a expensas de su bolsa- las armas. No se trataba de un desafío que para entablarse hubiera requerido ninguna afrenta; era algo así como lo que hoy día llaman "deporte", pero con un sentido muy elevado de la arriesgada empresa que, en este caso, era librarse de la argolla que Suero de Quiñones hubiera hecho promesa de llevar al cuello por su dama. Hubo otro caso parecido en el Passo de la Fuerte Ventura, en Valladolid, al año 1428 y son muchos los que se pueden contar en Francia: el Pas du Chevalier Aucygne, el Pas de la Dame Sauvage...

Esta proeza caballeresca fue parodiada después por Cervantes en el Quijote, caballero que, ya a los de su tiempo, parecía estrafalario por sus arreos y que, a cada dos por tres, allá por donde iba cerraba el camino a los viajeros, estorbando a las caravanas
de mercaderes, espantando a los cortejos fúnebres y desafiándose con el vizcaíno por ver que todos alababan la fermosura de Dulcinea del Toboso. Pero la gesta protagonizada por Suero de Quiñones en el Passo Honroso de la Puente de Órbigo no era en su época ninguna hilarante caricatura. El caballero, enamorado de una dama cuyo nombre mantiene en secreto por honrarla, llevaba al cuello todos los jueves una argolla como símbolo de su esclavitud amatoria.    Y estos fueron los amigos de Suero de Quiñones, los que en prueba de amistad y lealtad se batieron en la demanda de Suero, retando a cualquier caballero que tuviera voluntad de pasar el Puente de Órbigo:

"Lope de Estúñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Álvaro hijo de Álvar Gómez, Sancho de Ravanal, Lope de Aller, Diego de Benavides, Pedro de los Ríos y Gómez de Villacorta".
 
Esas cosas pasaban en el norte, pues aquí -en las Andalucías- harto teníamos con librarnos de los moros que todavía, desde Granada arrasaban nuestras tierras, secuestraban a nuestros antepasados y no daban tregua a nuestros caballeros, que no tenían tiempo para defender puentes por la gloria de sus damas.
 
 
BIBLIOGRAFÍA:
 
 
Pero Rodríguez de Lena, "Libro del Passo Honroso defendido por el excelente cavallero Suero de Quiñones", Espasa-Calpe, Madrid, 1970.

Epistolario de Enrique de Villena.
 
Hernán Pérez de Guzmán, "Generaciones y semblanzas".
 
Juan de Mena, "Laberinto de Fortuna".
 
Gutiérrez Pérez, José Carlos, "Martos y su comarca en la Baja Edad Media".
 
Fernández Espinosa, Manuel, "El origen germánico de las órdenes religioso-militares católicas", RAIGAMBRE..
 
 
 
 

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