miércoles, 22 de julio de 2015

ENMASCARADOS ANCESTRALES: TERROR Y FIESTA

 
Ilustración del "Cañarrasca" de Arjonilla: imagen de la CRÓNICA DE ARJONILLA



EN EL SANTO REINO DE JAÉN NO TODO LO QUE ESTÁ ENTERRADO, ESTÁ MUERTO


Manuel Fernández Espinosa



En 1837 Heinrich Heine escribió en París su ensayo "Espíritus Elementales", en el cual decía: "En Westfalia, la antigua Sajonia, no todo lo que está enterrado está muerto". Se refería con esta frase a la pervivencia de creencias y costumbres paganas en los estratos más profundos de la cultura alemana. En Jaén, en Andalucía, también podríamos decir que no todo lo que está enterrado, está muerto.

De un tiempo a esta parte se han sobrevalorado las aportaciones judías y mahometanas en Andalucía y se siguen sobrestimando, siempre conformes a una línea oficialista cuyo discurso intelectual podríamos identificar como eso que llaman la "teoría de las tres culturas" y que, intelectualmente, constituye una falsificación de nuestra identidad comunitaria.

A poco que rasquemos en las antiguas tradiciones de nuestras localidades hallaremos arcaicos vestigios que emparentan a los andaluces con el resto de pueblos hermanos de la Península Ibérica y no con árabes ni con moros ni con judíos. La prueba está en que símbolos, costumbres y tradiciones, pertenecientes a estratos pre-cristianos, fueron asimilados por el cristianismo que en gran medida los acomodó.

Más allá del Carnaval que ha conservado el disfraz y la máscara, antiquísimas culturas agrícolas y matriarcales conformaron asociaciones masculinas de carácter secreto, cuyos miembros empleaban las máscaras de animales o demonios para ejercer el terror como instrumento de dominio en la comunidad. Con esas máscaras trataban de aterrorizar a las mujeres que ejercían un enorme poder social y a los profanos que no pertenecían al grupo. Es algo que ha estudiado la antropología difusionista, como el antropólogo alemán Fritz Graebner (1877-1934) a la cabeza. Estas instituciones, aunque no han sobrevivido al tiempo, se han perpetuado en algunas fiestas invernales que podemos encontrar en Vascongadas, Portugal, Galicia, Aragón, Asturias, Zamora, Cataluña. En ellas, los jóvenes del pueblo, con máscaras que representan animales cornudos salen por las calles correteándolas en ademán de invadir el pueblo y agredir en broma a los que no van enmascarados.

Carnaval de Bielsa (Aragón)


En el norte y centro de Europa lo que encontramos es un solo personaje demoníaco que, dependiendo del lugar, se le conoce con los nombres de "Knecht Ruprecht", "Klaubauf", "Pelzebock", "Schmutzli"... O el más habitual de "Krampus" (que deriva de un vocablo que significa "Garra"). El demonio Krampus andorrea las calles de las ciudades cada 5 ó 6 de diciembre, su máscara es aterradora y hace sonar cadenas y carracas que inducen al miedo: su función es la de castigar a los niños malos en contraste con el premio que San NIcolás da a los niños que se han portado bien.

El demonio navideño centroeuropeo Krampus


Gracias a las informaciones aportadas por D. Ildefonso Rueda Jándula y D. José Manuel Marchal hemos localizado en Arjonilla, en nuestro Santo Reino de Jaén, una antiquísima tradición que puede ponerse en relación con el "Krampus" centroeuropeo (e, indirectamente, con las mascaradas zoomórficas que más arriba hemos comentado). Se trata del personaje que los arjonilleros llaman el "Cañarrasca" que también hace su aparición en las fiestas navideñas y cuyo atavío es un traje de cañas, cubriéndose la cara con una máscara, llevando prendidas campanillas y máscara cornífera. Es muy probable que, como la mayor parte de las rarezas etnológicas que estudiamos, no se trate de un caso aislado, sino de la supervivencia de una costumbre mucho más extendida por toda la comarca, habiendo subsistido en Arjonilla mientras que en otras localidades ha desaparecido. Y estoy convencido de que, a partir de este artículo, podremos reunir más datos en esta dirección que refrenden que, en otras poblaciones de Jaén (y Andalucía), personajes similares (cofradías de enmascarados o un enmascarado semejante, seguro que con otro nombre) eran en tiempos remotos parte de nuestro acervo. 

Lo que ha existido por lo general, de un tiempo a esta parte, es una asombrosa incuria por todo lo que no fuese de presunto origen judaico o islámico (en ese frenético afán por apuntalar la falsa identidad que se nos impone). Es por ello que se han desatendido todos los elementos indígenas propios que pudieran vincular nuestras tradiciones folklóricas con los pueblos hermanos del norte de España y de Europa. La noticia y el estudio de nuestras expresiones folklóricas serán la clave para recobrar nuestra auténtica identidad étnica, discriminando como postizos elementos culturales que son del todo exógenos y cuya genealogía cultural es disparatada. 

Como decía aquella anciana que tanto me enseñó, Juliana Ocaña García (q.e.p.d.): "Hay que "sorrascar" bajo las cenizas del brasero, para que afloren las brasas": las brasas de nuestra verdadera identidad. 

En Jaén, en el antiguo Santo Reino de Jaén, no todo lo que está enterrado está muerto.



LECTURAS RECOMENDADAS ENLAZADAS:


"EL "CAÑARRASCA" VISITA EL MERCADO NAVIDEÑO EN EL DÍA DE SU CLAUSURA", CRÓNICA DE ARJONILLA

"ARJONILLA LLEVA EL CAÑARRASCA HASTA LA "FERIA DE LOS PUEBLOS"", CRÓNICA DE ARJONILLA

"LA CULTURA DE LAS MÁSCARAS. EL DOMINIO MASCULINO EN LAS ANCESTRALES SOCIEDADES MATRIARCALES", MUNDIVM

Libro: "El carnaval", Julio Caro Baroja.

Reportaje: Tras Os Montes (Portuga). Mascaradas de invierno


 

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